Así, por ejemplo, puede tratarse de una fragancia navideña o de aromas afrutados y florales a tono con la estación estival. «La percepción de una sala varía enormemente dependiendo del aroma», explica Diersche. «Se pueden utilizar los más diversos ingredientes, capaces de alterar una sensación. Los aromas pueden ejercer un efecto calmante o excitante. En el fondo, se trata de si una fragancia se adecua a una sala o a una sensación espacial. La importancia del aroma no suele apreciarse realmente hasta que se entra en una sala en la que reina un olor desagradable.»
Efecto sobre el inconsciente
El principio de la estimulación multisensorial rara vez se aplica en el ámbito de las residencias privadas. La arquitectura sinestésica puede encontrarse principalmente en hoteles, tiendas o en instalaciones espaciales temporales. Sobre todo en el área del marketing, el sector aplica con creciente frecuencia los hallazgos psicológicos y neurológicos. Estos postulan que el comportamiento de compra del consumidor no se ve influido únicamente por el diseño del espacio, sino también por ambientes luminosos, aromas y música. Por medio de métodos tales como la terapia de resonancia magnética, los neurocientíficos observan lo que sucede en el cerebro humano durante las decisiones de compra. El resultado es concluyente. La decisión obedece a criterios solo aparentemente racionales, ya que el impulso de compra propiamente dicho es desencadenado por emociones y estados de ánimo. Y es que mientras que todo aquello que percibimos a través de nuestros ojos se procesa en un área relativamente consciente del cerebro, el olfato, el gusto y también la percepción de ambientes luminosos actúan en el nivel emocional, esencialmente inconsciente. De este modo, puede ocurrir que, durante el trayecto hasta la panadería, el individuo sea perfectamente consciente de que el aroma de panecillo emanado es un truco de marketing, y sin embargo perciba dicho aroma como agradable y se le abra el apetito. Así que, lo queramos o no, funciona. Y es que la nariz funciona permanentemente. Incluso durante el sueño, transmite sin cesar informaciones olfativas directamente a determinados centros del cerebro en los que se procesan emociones y estados de ánimo.
«No solo se debería ir por el mundo con los ojos abiertos, sino con la nariz abierta», sentencia el profesor Hanns Hatt. El titular de la cátedra de Fisiología celular de la Universidad del Ruhr de Bochum está considerado como uno de los mayores expertos en el estudio del olfato, en virtud de sus descubrimientos de receptores olfativos humanos y del efecto de los olores en el ser humano. «Animo a todo el mundo no solo a mirar a su alrededor al entrar en una sala, sino también a «oler a su alrededor». Porque de este modo se experimenta un mundo totalmente desconocido que, si bien no es visible, nos rodea y nos influye.» En la opinión del Prof. Hatt,
lo olfativo determina significativamente nuestra percepción espacial, posiblemente incluso en mayor medida que el aspecto visual. Así, actualmente se sabe que los olores están muy estrechamente ligados a recuerdos de nuestra infancia. La vainilla o la lavanda pueden desencadenar sensaciones de seguridad y confianza sumamente primarias, que a continuación se vinculan a la situación actual, y por consiguiente al espacio o al producto. El resultado es una asociación emocional positiva, totalmente inconsciente en la mayoría de los casos. Sin embargo, la utilización de aromas es una tarea extremadamente difícil. «Está muy extendida la idea de que cuanto más, mejor», explica el Prof. Hatt. «En realidad es al contrario. Unas concentraciones de perfume excesivas causan picor en los ojos y en la nariz.»