La adaptación constante y repetitiva del ojo a los distintos niveles de luminosidad, y a la diferente distancia entre la tarea visual y la fuente de luz deslumbrante provoca una tensión en el ojo que se percibe como desagradable o incluso dolorosa. Aunque la capacidad visual objetiva permanezca intacta, el deslumbramiento psicológico provoca un malestar considerable, dando lugar a una reducción del rendimiento, por ejemplo, en el trabajo.
A diferencia del deslumbramiento fisiológico, el deslumbramiento psicológico es, además, un fenómeno que afecta a la asimilación de la información, cuya explicación no puede desvincularse del contexto. Por ejemplo, el brillo de una lámpara de araña de cristal tiene un efecto deslumbrante previsible, por lo tanto, no se percibe como un deslumbramiento fisiológico. La situación cambia si la reflexión se produce sobre un papel satinado. La reflexión no aporta ninguna información en sí misma, y se superpone a la información impresa.