El edificio de la Escuela Industrial de Barcelona, ubicado en la calle Comte d’Urgell de Barcelona, fue construido en 1870. Diseñado como fábrica textil era propiedad de los hermanos Batllo. El edificio es un ejemplo de arquitectura industrial modernista. De esa época se conservan el edificio de los telares (edificio del Rellotge) , las naves de las hilaturas y la chimenea de ladrillo.
La zona central del edificio con una cúpula central de 20 metros de diámetro, quedo inacabada. Esta parte del edificio fue restaurada y acondicionada por la diputación de Barcelona en 2020. La reforma ha permitido habilitar esa zona como espacio polivalente con capacidad para 600 personas, con varias salas anexas que lo complementan. La restauración se ha realizado recuperando elementos originales, como la madera del techo o las vidrieras, y manteniendo sus principales características arquitectónicas. Esta intervención ha permitido otorgar a la ciudad de un espacio con gran capacidad para usos múltiples y diversos, provisto de la tecnología más avanzada.
El proyecto de iluminación de esta zona supuso un reto. El mayor inconveniente fue la integración de luminarias teniendo en cuenta la idiosincrasia de la arquitectura. Devia respetarse los elementos catalogados por patrimonio, pero con el nivel lumínico adecuado y buscar sobre todo la versatilidad y potenciar las partes emblemáticas del edificio.
El resultado es básicamente un refuerzo a estas características arquitectónicas, resaltando los elementos estructurales y la calidad de los materiales, como por ejemplo la madera perimetral o las formas orgánicas de los techos, o la estructuras y bóvedas de ladrillo visto.
La luz permite acentuar el entorno, con conceptos de iluminación diferenciados y con elementos de atracción visual. Se diseñaron patrones lumínicos con apliques o luminarias Uplight que crean un ritmo regular que aportan dinamismo al espacio y resaltan las ondulaciones del techo o la calidad de los materiales.
Además, se consigue, con esta iluminación, establecer límites espaciales por el bañado de paredes, que de forma rasante nos permite percibir la profundidad del entorno mejorando la visión del conjunto y además de potenciar la textura, el acabado o la gran altura de los espacios, reforzando el valor majestuoso del entorno. Este juego de sombras y claros permiten, a la vez, establecer jerarquías lumínicas aportando profundidad, o resaltando zonas visuales por contraste zonificando y favoreciendo una orientación rápida y segura.
Se consigue con la iluminación potenciar los elementos emblemáticos con el nivel lumínico adecuado, pasando las luminarias a un segundo término, quedando integradas en la propia estructura.
El resultado es un espacio que mantiene el valor histórico pero que permite mediante la iluminación aportar confort y una iluminación precisa y a la vez suma valor arquitectónico al espacio y potencia sus características espaciales.
Artículo realizado por Eva Sanahuja
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